Enemiga de mis glorias,
Hártate de mis agravios:
Que más sufrimiento tengo,
Que rigor tu pecho ingrato.
Tu hermosura me ha vencido;
Pero no tus desengaños,
Que cuanto más me aborreces
Mas en tu hielo me abraso.
¡ ¿Cómo puede ser posible
En mí y en ti tal milagro,
Que tú me mates el alma,
Y que yo te adore tanto ? !
Por ser de mi fe testigos
Estas paredes de mármol,
Ya con mi llanto deshechas
Solo con ellas descanso:
Pero si viviste dentro
Seránme testigos falsos,
Que encantas con la belleza
Como otro Orfeo cantando.
Mi remedio está en la muerte,
Pero mi vida en tus manos;
Que porque jamás descanse
Vive mi muerte a tu cargo.
Pues no te cansa olvidarme,
No puedo cansarme amando,
Aborréceme riendo,
Que yo te amaré llorando.
Y en esta eterna porfía
Eternamente vivamos,
Porque no triunfe la muerte
De dos extremos tan altos.
ANÓNIMO (español)
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