CrónicaPoética @Davpapelcronica

viernes, 17 de junio de 2011

POEMA EQUIS

Te espero sobre la misma puerta,
en la distribución de las sonrisas
pongo mi mano abierta.
Te espero sobre la rendición de las manzanas,
en el camino de nuestras soledades,
en las horas de todas las mañanas
pongo tu cuerpo y tus miradas.

Tú vuelves
como un viento amarrado a su destino
como regresa el paso
cuando acaba el camino.
Hoy he visto tu voz en mis papeles
mi desesperación en las noticias
y he mirado los sobres en que sueles
viajar cada semana hasta mis manos.

Hemos sido
batalla de la mala distancia
y ahora vienes
como vuelve la luz hasta una estancia
por años clausurada.
Fruta en resurrección,
tiendo mi mano desde las raíces
hasta tu aparición
como un ala que envuelve tu llegada.
Todo estará en su sitio,
mi sangre con la tuya, mi lanzada,
el paso que tuvimos no ha cambiado,
el beso se sostiene sobre su lento fuego
y el llamado
aquel que hizo el llanto y la victoria
se ha quedado
vigilando de pie
como la sombra de las doce del día.
Hoy te pienso
libertadora de mi gran silencio
libertadora mía,
y me hundo en tu llegada
como se hunde
una pavesa en una llamarada.

ÓSCAR HERNÁNDEZ MONSALVE (colombiano)
EL ENCUENTRO

Nos volvemos a ver, amada de otros días,
casualmente: la vida tiene sus ironías
y nos une, un instante, para que recordemos
nuestras horas de abril que perdidas tenemos.

Tal vez ni me conoces: el tiempo ha transcurrido
tan veloz (la mujer es propensa al olvido)
y quizás ni recuerdes dónde estuvo alojado
tu corazón, por nuevos huéspedes ocupado.

¡Cuándo ibas a pensar que en este hombre sombrío
hallaras al que un tiempo llamaste “amado mío”:
que esta boca, reseca de beber amargura,
fuera la que probaron tus labios con hartura,
y que a ese que nombrabas “Mi dueño”... “Vida mía”...
diga “ Señor” y “Usted”...? Verdad que es ironía?

Los dos somos distintos: tú llevas traje largo,
yo cambié mi sonrisa con un rictus amargo;
después de los dieciocho pienso de otra manera:
ya no creo en la Gloria, probable o venidera;
eso sí: sigo haciendo mis versos cada día.

Yo no puedo llorar, pero mi poesía
llora por mí; ¡son dulces y tienen tal encanto
las tristezas rimadas, los dolores en canto!
Yo creo que las penas algo valen si de ellas
conseguimos hacer unas páginas bellas...

¿Soy yo mismo, soy yo, el que te amaba antaño
quién te ve indiferente?... Fue deplorable engaño
el bautizar eterno al frágil amor nuestro,
cuando el Tiempo, en la sombra, sonreía siniestro.

¡Ay! Nuestro corazón es el mar. ¿Quién augura
el color de sus ondas en el alba futura?
¿Caprichos?... ¿Veleidades?... ¡Bah!... quizás el encanto
está en la alternativa de carcajada y llanto,
estar hoy en un sitio y mañana estar lejos,
y verse en nuevas almas como en nuevos espejos...,

¡Ah!, cabecita loca, alma pueril y vana
que eternizar pretendes la abrileña mañana
y detener el tiempo con tu manita leve:
¡ni con todos tus soles fundirás esta nieve!...

Y hasta luego… Yo me vuelvo a mi oscuro
cuchitril de poeta, donde vivo seguro
de que nadie me quite mi dolor, donde puedo
soñar, llorar un poco, sin que me asalte el miedo
de ser cursi... Tú, sigue haciendo la existencia
menos amarga, con tu adorable presencia,
al prendista tu esposo... Me voy antes que hiele
(tu marta “cibellina” reta a los fríos, huele
a “Dame en noir” tu cuerpo tibiecito...). ¡Ah!, chiquilla
¿qué tiene si nos marcháramos los dos a mi boardilla?

MEDARDO ÁNGEL SILVA (ecuatoriano)
DEL ADVENIMIENTO

Imagen pura: luz antecedida
de la aurora que al sol siempre precede;
divino ser que su fulgor no puede
ya contener: tú surges en mí vida,

sonriendo de misterio, apercibida
de perlado rocío. El alba quede
en ti, y revele cuánto te sucede,
tu flor azul, en Dios humedecida!

Surges de un invisible mar ausente,
un velo de agua y luz cabrillea,
ciñe tu cuerpo, y en la sombra crea

suprema claridad. Así sonriente
tu blanco rostro llégase a mi lado,
de divina presencia, circundado.

***

Sin saber yo de ti, tú ya eras mía;
al encontrarte, en ti reconociera
algo perdido que, en la tierra entera,
sin saber lo que fuese, perseguía.

Desde la misma eternidad venía
cuán seguro y atento; se dijera
que sabía tan solo que no era,
aquello, que un instante parecía.

Así fui prosiguiendo mi jornada,
obediente al instinto y al destino;
curioso de una luz que sobrevino,

me quedé con el alma deslumbrada,
reconociendo el bien que apetecía
con un terrible asombro de alegría.

***

Ningún dolor te acuesta esa belleza;
nada esa clara luz que de ti fluye;
cuando llevas, adquiere tu pureza;
amedrentado como sombra huye

el pensamiento bajo, que enmudece.
Toda tristeza esboza una sonrisa;
en todo pecho Amor se exalta y crece;
los corazones laten más aprisa.

Y tú lo ignoras; asombrada miras
el estupor que nace cuando llegas;
sonríes, callas, pasas y suspiras,

y a las miradas ávidas te entregas.
El impalpable roce de querella,
y en ansiedad de ausencia estás más bella.

***

Vas impelida por mandato obscuro;
tímida ensayas en doliente giro,
con paso leve y raudo, el inseguro
vuelo imposible que callado miro.

Atenta escuchas mi silencio grave
buscas sonriente, en turbación rosada,
desviar el fuego del poder que sabe
enlazarte, invisible, a mi mirada.

Invierta acudes, si me acerco lento;
palpitas, ríes, callas y, vencida,
asómase tu alma en el lamento

de tu boca, que queda estremecida.
Sentimientos ambos el pavor divino
de entrever la tragedia y el destino.

***

Quien bien ama el Amor, calla y espera.
Nunca pide una dádiva; parece
que el don así otorgado desmerece,
cuando él busca que libre se le quiera.

Tanto ama, el Amor, de esta manera
que antes de ser amado, ni que empiece
a lograr la ternura que merece
ese amor infinito del que muera,

él ya, se da, sin tregua, ni medida
su ternura inefable se derrama
y el alma de su amor y de su vida

termina por amar a quien tal ama.
Y sin saber siquiera por qué brota,
mana ese puro amor que nada agota.

***

Yo estaba en ti, oh! Amada, como un sueño;
en tu invisible hoguera, era una llama;
soñando florecía el seco leño,
mezclado con tu luz, él que te ama.

Por adentrarme en ti, en mí no estaba;
ahora me despiertas y regreso;
mas sigue mi alma de tu ser esclava,
siempre mi corazón en ti está preso!

Si así tú a me aprisionas ¿cómo quieres
que libre, esté y yo sea responsable?
Si por tus ojos, con tu sol me hieres,

y a horizonte me impulsas, insondable,
yo más me encuentro en mí, si en ti resido,
y más despierto voy, si más dormido.

***

Solo el silencio que te expresa, entera,
a un más que tu palabra y tu belleza,
me susurra que sólo la nobleza
en tu alma pura soberana impera.

Callado escucho, y a mi vez quisiera
decir con mi silencio que ya empieza,
y revelar con él esta tristeza
que ninguna palabra tradujera.

Absortos en quietud y suspendidos
escuchar sin palabras, sin oídos;
y atentos, y a la vez ensimismados,

expresar el misterio y lo inefable,
al quedar con los ojos enlazados
dejando que el silencio solo hable.

***

Responde tu silencio al amor mío,
con un lenguaje tan maravillado,
que es como el remanso de algún río,
donde al beber me veo retratado.

Como un campo que siéntese bañado
en el polvo inconsútil del rocío,
me recorre la luz de un calofrío;
tu silencio a mi alma la ha besado!

Grave dulzura que a mis ojos cierra,
me desprende liviano de la tierra;
y mi silencio, al tuyo entremezclado,

dejan nuestra existencia suspendida,
alcanzando el milagro de una vida
que en palabras jamás hemos logrado.

PEDRO PRADO (chileno)