CrónicaPoética @Davpapelcronica

jueves, 16 de agosto de 2012

NINGÚN lugar nos necesita

NINGÚN lugar nos necesita
dentro de un mes el año
tendrá una cifra báltica, blanca
mil novecientos noventa y uno
donde el mil retrocede
hasta siglos-estepas
y el uno, hueco,
tintinea.

Nadie nos ha llamado
eran voces de huerto, silbidos
para ahuyentar a los pájaros
la poca lluvia que se cuela
por las cañerías de la casa
desierta
como papel.
Están sólo los hálitos
y la jofaina empañada
y las nueces que dicen
otoño multiplicado sobre mesas
piedras sobre sitios vacíos.

Ningún tiempo nos necesita
las noches verticales
y el paseo de los tilos, la liebre
transparente en la mata
la espalda-sombra de quien entonces se detenía
ahora soplan cansados
en las sienes del siglo.

Hay comida de la noche, relámpagos
en las fotos abruptas
y nosotros bebemos entre tendedores oscuros
los rostros apretados contra los vasos
por el lento miedo que se clava
en el codo que levanta una guirnalda.

Ningún tiempo nos necesita
nadie dice
el número de los golpes
la exacta cifra de la hierba
ni cómo el aire
azotándonos
nos volverá dura piel,
ardillas.

Las hojas que se deslizan
la lejanía de las constelaciones.

No poseo palabras sombrías
no bastante sombrías.
El pino se hunde en la noche
a duras penas descifro la memoria.

Al lado había un recinto
y allí duraban las cosas.

ANTONELLA ANEDDA (Roma)

domingo, 12 de agosto de 2012

POEMA SEGUNDO (Ausencia de amor)

Amado
en cuyo cuerpo yo reposo,

cómo será tu sueño
cuando yo te he buscado sin hallarte.

Oh,
Amado mío, dulcísimo
como alusión de nardo
entre aromas morenos y distantes,

Cómo será tu pecho cuando te amo.

Cómo será encontrarte cuando es amor tu cuerpo
y tu voz,
un manojo de lámparas.

Amado,
hoy te he buscado
por entre mi ciudad
y tu ciudad extraña,
donde los edificios
no se alegran al sol,
como frutales conchas
y celestes cabañas.

Y andaba yo
con un crepúsculo enredado entre la lengua,

Con aire de laguna
y ropa de peligro.

Me vió desde su torre
un auriga de jaspe,

yo te andaba buscando
por entre el verde olor de sus caballos,

Por entre las matronas
con pañales y pájaros;

Y pensando en tu boca
reposaban mis ojos,
como palomas diurnas
entre hierbas amargas.

Y te buscaba entonces
por las inmediaciones de mi cuerpo.

Tú me podías llegar
desde el suceso cálido.

II
Amado,
hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad
y tu ciudad extraña,

Junto a alquerías errantes
guardadas por el campo
y de agitado pasto vencidas y entornadas.

Y de pronto llegaste,
huésped de mi alegría,
y me poblé de islas
con tu brillante dádiva.

Desde la brisa fresca llegaste
como un niño con un pañuelo blanco

y la noche voló de sueño entre las ramas,
junto al gozo del agua y el rastro de la abeja.

Amado,
en cuyo cuerpo yo reposo
y en cuyos brazos desemboca mi alma,

Cómo será no hallarte en la distancia,
y llegar a tu cuerpo como los alimentos
reanudados al calor de la gracia
necesaria y perdida.

Estar donde no estoy más que de paso,
no estar donde tu aliento me contiene
y me desgarra
como una piedra el alma.

Cómo será tener,
de golpe, el cuerpo dividido
y el corazón entre las manos
congregado y solo.
Amado,
hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad y tu ciudad extraña,
y no te he hallado.

Cómo será buscarte en la distancia.


Eunice Odio, Poeta costarricense nacida en San José en 1922 – 1974