Te alejas, como siempre, a la hora en que el crepúsculo
vuelve de un lila dulce las garzas de tus manos
que vuelan en la tarde entre los cabrilleos
de las primeras luces vesperales del sábado.
Y la calle te arroya con su explosión de ruidos,
y de ti sólo queda un íntimo recuerdo
que se anuda a mi vida llenándola de aquella
luz lila de las garzas de tus manos en vuelo.
Y evocándote escucho cómo rasgas el aire,
con alas migratorias, al volar tus palabras;
y la lumbre violeta de la tarde se azula;
para velar tus sueños y alentar mi esperanza.
Martín Paz (centroamericano)
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