De Anacreonte (griego)
¡Oh, pintor excelente!
Del arte dueño en la florida Rodas;
Para que pintes a mi ninfa ausente
Vengo a contarte sus bellezas todas:
Sus fértiles cabellos
Imiten los plumones de las aves,
Y si la cera lo consiente, en ellos
De esencias pon los hálitos süaves;
Bajo la oscura mancha
De la melena undívaga y dispersa,
En grácil línea, de su enfrente ensancha
El ara ebúrnea, luminosa y tersa;
Porque la curva ceja
No se junte a su hermana ni se aparte
Huyendo esquiva su gentil pareja,
Con albo punto sus dominios aparte;
La lumbre de sus ojos
Luz de carbones encendidos sea;
Imita los de Palas sin enojos
Y el húmedo mirar de Citerea;
Deshoja en leve taza
De leche campesina frescas rosas,
Y mojado el pincel, su nariz traza
Y de su faz las tintas ruborosas;
En su boca menuda
Finja reclamos tu inspirado toque:
Incite al beso con palabra muda,
Y a desatar sus pétalos provoque;
De la garganta en torno
Las Gracias juguetonas revolando,
Escuden con sus alas el contorno
Del móvil cuello repulido y blando.
De su carne divina
Muéstrenos tu pincel blanco destello,
Que el ojo tras la púrpura adivina
El ágil tallo inmaculado y bello.
Amor mi labio sella. . .
Escucha la esperanza que me enciende:
¡ya ven mis ojos la sin par doncella
Que de tu claro lienzo se desprende!
Versión de Guillermo Valencia (colombiano)
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