¡Hora bendita y única! Está todo
–la tierra, el aire, el cielo– preparado
Como para una fiesta. Las pupilas
se absorben; entrelázanse las manos;
un ángel invisible
Junta y oprime sin rumor los labios;
y algo sin nombre y sin sustancia, un éxtasis
de gloria, un fluido, un hálito,
sube del corazón a las esferas
Y baja al corazón desde los astros.
Y huelen como nunca los rosales,
y el césped es de raso,
y los setos se estrellan de luciérnagas,
y hormiguean de estrellas los espacios,
y el ruiseñor entre las sombras canta,
de su hembra y de su voz enamorado.
Lejos, a la sordina,
vuelva la frente sus cristales diáfanos,
y de la fronda surge
un secreto de amor como de tálamo.
Como al nacer del mundo, están dos seres
bajo el cielo romántico,
los ojos en los ojos,
las manos en las manos,
bebiéndose el aliento,
buscándose los labios…
VÍCTOR DOMINGO SILVA (chileno)
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